Sobre mí

Cartel de BienvenidaLo habitual es que cualquier blog cuente con un apartado en que el autor se presenta, ese apartado que a menudo se titula «sobre mí». Tiene sentido querer saber «quién es» la persona que se está dirigiendo a nosotros a través de los textos que leemos en el blog. Sin embargo, al encontrarme yo mismo en esta posición no encuentro gran cosa sobre mí que pueda responder a esa pregunta y que resulte enriquecedor para la lectura de mis artículos, más allá de lo que ya expreso en ellos. No hay ninguna peculiaridad en el contexto de mi vida (lugar donde nací o crecí, actividad laboral o titulaciones…) que sea relevante respecto a los temas de los que hablo en el blog. Por supuesto, mis experiencias en esos lugares y contextos sí lo han sido. De hecho, cada detalle lo ha sido, pero no hay nada en ellas esencialmente diferente a las de otro ser humano, aunque las identifiquemos con distintas etiquetas basándonos en aspectos muy concretos de ellas. He perseguido mis deseos, he conocido el dolor y la enfermedad, la pérdida, el logro, la alegría, la frustración, el amor… Podría deciros que a lo largo de mi vida he ido comprendiendo poco a poco más y más sobre la realidad, pero decir todo eso de una persona es como decir que las plantas crecen cuando se riegan. ¿Quién soy? Mi respuesta a esa pregunta es que soy otro ser humano que recorre su propio camino de experiencia y aprendizaje. Efectivamente podría hablaros sobre lo que he comprendido, pero eso es precisamente lo que quiero decir, de eso trata todo el blog. Así que podéis tomar todo el blog por respuesta. Si deseáis una respuesta que yo mismo sienta que define mi identidad, podéis conocerme a través de él. Lo que transmite es compartido por todos, y a la vez, una manifestación personal y única que se define a sí misma a través de su creación, tal y como yo entiendo toda identidad.

En cualquier caso, compartiré un relato algo más detallado de cómo ha sido hasta ahora ese camino de aprendizaje para mí, para quien pueda resultar enriquecedor o se pueda sentir identificado.

Crecí en un ambiente donde reinaba una concepción de la realidad marcadamente materialista y científica y los primeros años de mi vida mi pensamiento estuvo completamente alineado con ella. Desde esa concepción, la existencia es movida y sostenida por una dinámica de causas y efectos en la materia física, que se suceden linealmente en el tiempo. Todo es cuantificable. La conciencia es producto de un procesamiento de la información recibida por los sentidos, a través de señales eléctricas, tal cual lo hace un ordenador. De entre todas las cosas que pude observar, yo intuí que la conciencia era la clave de todo y por esa razón traté de comprenderla dentro del único paradigma que tenía sentido para mí, y que entonces encontraba apasionante. Sin embargo, no obtuve las respuestas que buscaba. Toda la información que encontraba me resultaba muy interesante pero después de años sintiendo que estaba aprendiendo el tema introductorio en espera de entrar en materia, comencé a comprender que realmente no se disponía de más información (al menos en el lugar donde yo estaba buscando). Sí, fui a la universidad. Estudié la carrera de Psicología, pero no creo que lo académico haya tenido más peso en mi aprendizaje que tantas otras cosas que he leído o aprendido en otros contextos.

Por esa razón di un giro a mi vida y me enfoqué en el arte. Desde la concepción tan fragmentada de la realidad sobre la que se cimienta nuestra cultura supone un giro muy radical, pero yo seguía inmerso en la misma búsqueda, en la misma exploración de la conciencia. Nunca sentí que hiciera algo diferente y con los años he ido comprendiendo mejor por qué es así. Después de un tiempo llegó un punto de inflexión en mi vida (casualmente o no tan casual, en el año 2012) donde cambiaron muchas circunstancias personales, y que coincidió con el comienzo de un flujo mucho más acelerado en la transformación de mis paradigmas.

El primer detalle, el primer catalizador, fue un libro que llegó a mis manos: «El Universo Holográfico» de Michael Talbot. Hasta entonces, por un lado estaba el mundo académico y científico, un juego con reglas claras donde todo encajaba y en el que había llegado a manejarme con cierta comodidad. Por otro lado, ese oscuro abismo en lo profundo de mi conciencia, donde lo íntimo y lo desconocido se hacían uno en su culminación, el lugar donde brillaba ese destello de magia que movía toda mi búsqueda. Para esa magia no había límites ni unidades de medida. El libro de Michael Talbot, desde un marco científico, sirvió de puente para expandir mi mente racional desde su compartimento estanco hasta echar sus primeras raíces en el reino de la magia.

Justo diez años después se produce la creación de esta web. ¿Qué ha pasado en esos diez años? Fui comprendiendo como ese destello mágico que siempre perseguí en mi exploración de la conciencia alcanzaba tan profundo como solo mi corazón podía llegar a soñar. Comprendí que no anhelamos nada que no sea parte de nosotros, nada que no sea real. Cuanto más maduraba, más recuperaba las opciones que en la infancia rechacé por parecer demasiado evidentes, demasiado perfectas, demasiado naturales, demasiado fáciles. Todo se simplificaba. Todas las líneas comenzaron a converger. De entre todas las cosas que comprendí, hay una esencial y de la que todas derivan de una u otra manera. Comenzó a emerger un patrón en la realidad que para mí había permanecido oculto tras la apariencia de múltiples procesos, sustancias, naturalezas. Ese patrón es una gran paradoja que unifica todos los opuestos y que para mí es la manera en que la estructura de la existencia se refleja en todas sus manifestaciones, revestida con múltiples trajes. Esa estructura de la existencia es una gran contradicción esencial sobre la que está construida. La existencia es Una y múltiple a la vez, y ambas verdades conviven simultáneamente, lo cual es contradictorio para la lógica, pero es la única opción posible.

Ese patrón echa abajo todos los esquemas conceptuales con los que nos representamos el mundo, a nosotros mismos y nuestra posición en él. No queda uno en pie. Todos son transformados en lo profundo. Es una idea simple, la no dualidad, que puede resultar compleja de expresar, tanto como lo es la versión de la realidad en nuestra construcción mental. Esa idea está presente en todo lo que escribo, de una u otra manera. Más o menos indirectamente siempre está presente.

Muchos artículos son expresamente dedicados a explicar cualquier concepto desde la perspectiva no dual. Podréis ver que hay dos blogs separados, cada uno con su apartado de citas. Uno está dedicado en sentido amplio a la conciencia no dual y el otro a la vía espiritual extática. Son blogs separados pero no son dos temas agrupados al azar. Cuando descubrí el planteamiento de la vía espiritual extática inmediatamente sentí una gran familiaridad con ella, porque para mí es la simple descripción del modo de vida natural desde la conciencia no dual. En realidad, desde mi percepción actual en la que los opuestos siempre se reconcilian, tampoco veo una diferencia esencial con la vía ascética. La disciplina que se requiere para prácticas como la meditación, de una manera u otra ha de tener en su esencia un carácter abierto a fluir con lo que acontece y a permitir. Hemos de ser disciplinados y tomar el control, pero precisamente para dejar de hacerlo, ya que hacerlo es la tendencia compulsiva de la mente que tratamos de erradicar con esa disciplina. Por esa razón para mí esencialmente solo hay una vía aunque aparentemente pueda haber muchas al encontrarla revestida con diferentes formatos. Y siento que el planteamiento de vía extática es el más directo y sencillo para describirla y practicarla.

Para los que no conozcáis a qué llamamos vía extática, os diré que «extática» viene de «éxtasis». La vía espiritual extática plantea que partiendo de la concepción no dual en la que entendemos que todo lo que existe es Uno e indivisible no cabe considerar que existan cosas superiores a otras. El mundo material no puede ser inferior, falsedad o ilusión como se expresa en otras tradiciones espirituales, sino que tiene que ser la divinidad misma. Dado que la divinidad es lo único que existe, no puede quedar nada fuera de ella. Crear esa escisión es el origen de la separación que vivimos entre el cuerpo y la mente o el alma, o entre lo sagrado y lo profano. Por supuesto la multiplicidad material sí es ilusión o sueño respecto a la Unidad, pero a la vez son la misma cosa. Unidad y multiplicidad son las dos reales. No es que lo material no sea real, es que la naturaleza de la realidad es sueño o ilusión. Si eso se comprende, da igual la vía espiritual que uno escoja. Para mí, la incapacidad de integrar esas dos ideas contradictorias es el obstáculo que siempre paraliza nuestro desarrollo de conciencia. Si decimos que la realidad es Una, pero dejamos fuera de ella lo múltiple, nos estamos contradiciendo. La Unidad ha de incluir a su opuesto. Ese es el único tipo de Unidad que puede ser real. Perseguir lo «sagrado»/lo Uno, solo es aparentemente distinto de perseguir lo «profano»/lo múltiple. Lo segundo ignora la Unidad, pero lo primero solo habla de ello de manera descriptiva, sin reconocerlo a través de la experiencia. Paradójicamente, el propio esfuerzo por elevarse hacia la Unidad es un acto de separación. Un ejemplo más de cómo los opuestos siempre son manifestaciones de la misma cosa. Esa es la manera en que hemos creado una espiritualidad que no es sino una manifestación del mismo nivel de conciencia escindido que trata de superar, revestida pero idéntica en su esencia. Solo la espiritualidad que incluye al cuerpo, a la materia y a la experiencia de vida como una e indivisible con nuestra esencia profunda surge de un nivel de conciencia que haya trascendido la dualidad. Por lo tanto nuestra relación con el cuerpo y con toda manifestación material es un reflejo de nuestro desarrollo de conciencia.

Dibujándose a sí mismoEn estos diez años comprendí por qué mi búsqueda siempre había sido la misma. La escisión entre ciencia y arte también se disolvió. Comprendí que todo acto creativo es un acto de exploración de uno mismo. En el acto creativo nos desplegamos hacia el exterior para poder contemplarnos desde fuera. Nos descubrimos y nos creamos a la vez, en el mismo proceso en el que comprendemos la realidad, porque la realidad es Conciencia y no hay múltiples sino Una. Un solo ser que se crea y se descubre a sí mismo a través de su propia obra, un flujo continuo e ilimitado de múltiples expresiones de sí mismo.

 

L. A.