Orgasmo, meditación y wu wei (Parte 2/2)

Para leer la primera parte puedes hacer click aquí.

Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo en audio aquí:

¿La sexualidad sin orgasmo es natural?

Manzana frente a un bote de caramelos

Volvamos ahora a la cuestión a la que hacíamos referencia al comienzo de la primera parte de este artículo, la cuestión de si prescindir del orgasmo en la sexualidad es o no es «natural». Me parece un asunto muy interesante, ya que la propia pregunta surge desde un sistema conceptual muy interiorizado en nosotros. Lo «natural» frente a lo «no natural» o «artificial». Como es tan habitual, se basa en un par de contrarios que damos totalmente por sentado a la hora de interpretar el mundo, pero sobre el que merece la pena reflexionar. Espero escribir otra entrada al respecto de qué es y qué no es «natural» y cómo se entienden ambos desde la conciencia no dual. De momento, para tener claro a qué nos referimos cuando hablamos del orgasmo como un hecho natural o no, me gustaría exponer brevemente el significado de los términos a ese nivel algo más profundo del que habitualmente consideramos.

Alguien podría plantear que aunque, como decíamos, todo lo que existe es natural a escala universal, hay cosas que sí pueden considerarse «no naturales» dentro de ciertos límites. Por ejemplo, podríamos decir que ingerir los aditivos que hoy en día se añaden a los alimentos no es natural, dado que nuestro cuerpo no ha sido diseñado para asimilarlos. Aunque pueda sobrevivir de esa manera, gracias a que es una máquina asombrosa, ciertamente limitan su potencial de salud y bienestar. Es decir, podríamos hablar en dos niveles diferentes. El primer nivel sería el nivel universal o existencial. Desde ese nivel todo acto de nuestra alma desde su libre albedrío es natural, puesto que ese nivel es el no dual, es el orden superior que todo lo contiene dentro de su naturaleza. Ya que no deja nada fuera de su naturaleza, nuestro libre albedrío y toda consecuencia de él, por supuesto, queda incluido, y siempre será natural. Por otro lado, desde ese libre albedrío, decidimos hacer ciertas cosas que sitúan a nuestros cuerpos fuera de los márgenes fisiológicos para los que están preparados. Esos actos, podrían considerarse como «no naturales» desde un segundo nivel, el plano de la experiencia dual. Podría considerarse así, ya que aunque todo forme parte de ese orden superior, en nuestra experiencia, ciertamente existe el caos, el conflicto y la destrucción. En este caso, podríamos resumir la paradoja entre el plano dual y el no dual en la frase: «Es natural que exista lo antinatural».

Dos siluetas dialogando

Diferenciar entre esos dos niveles me parece un matiz importante, puesto que observo que a menudo dialogamos utilizando esos términos con significados diferentes entre nosotros, y como consecuencia, entendemos cosas alejadas u opuestas a las que otras personas nos quieren expresar. Es muy habitual que personas que no comparten el sentido de estas prácticas sexuales, las acepten como naturales por el hecho de que la vivencia personal de la sexualidad entra dentro del terreno de la libertad individual. Es particularmente frecuente en los círculos de espiritualidad, en personas que comienzan a tener esa visión del orden superior que no deja nada fuera de su naturaleza. Lo es porque comprenden que nuestro proceso evolutivo incluye acciones que implican represión, agresión y sufrimiento, acciones de las que a lo largo de ese proceso, nos iremos alejando en lugar de profundizar en ellas. En estos casos, cuando estas personas expresan su respeto a las prácticas sexuales que abandonan el orgasmo, hemos de tener en cuenta que a menudo les parecen aceptables dentro de esos términos. Les parecen respetables del mismo modo que lo es el hecho de que una persona decida ser fumadora o alimentarse con «comida basura». Es decir, que aun aceptándolas como opciones naturales de un alma, piensan que son prácticas contrarias al diseño fisiológico de nuestro cuerpo, prácticas menos satisfactorias y plenas que otras que no lo son.

Éste es el tipo de respeto que muchas personas expresan, por ejemplo, ante la sexualidad homosexual. Es el único tipo de respeto posible partiendo de su percepción de la realidad, sin embargo, es una actitud que las personas homosexuales no reciben como respeto. La cuestión es que, debido a que los primeros insisten en ser completamente respetuosos, los segundos no son conscientes de estar hablando de un tipo de respeto diferente hasta que escuchan frases como: «Tienes todo el derecho a practicar la sexualidad que quieras, siempre que no te muestres con tu pareja delante de los niños»

Aclarados esos términos, ahora podemos preguntarnos cuál es el caso de la sexualidad sin orgasmo genital. ¿Sólo es natural a un nivel existencial, en el que consideramos natural la propia transgresión de lo natural, como ejercicio del libre albedrío? ¿Coloca al cuerpo en una situación fuera del marco fisiológico para el que ha sido diseñado? A mi parecer, hay muestras claras de que no es así. Antes dije que el grado en que vamos siendo conscientes de esa ilusoriedad de nuestras necesidades corresponde a la intensidad de la felicidad y el éxtasis que podemos llegar a experimentar.

Canales energéticosLo extraordinario es que en ese proceso nuestro organismo muestra estar preparado por diseño para responder en su nivel físico a las transformaciones en nuestra conciencia. Podemos ver que responde «desbloqueando» nuevas funciones que hasta entonces permanecieron latentes y que suponen la contraparte fisiológica de esos nuevos niveles de conciencia. De esta manera se hacen posibles estados de placer y de plenitud física y mental sintonizados con el nivel de conciencia que vamos alcanzando en cada momento.   Tweet This!

Para mí, ese es el caso de los estados extáticos que vamos conociendo al profundizar poco a poco en la práctica de la sexualidad sagrada.

Pensemos en un caso extremo y asombroso, el caso de esas personas que dicen vivir sin consumir ningún tipo de alimento físico, alimentándose directamente del prana que nos rodea. En algunos casos, se han hecho pruebas aislando a personas en entornos controlados y se ha confirmado que realmente pueden hacerlo. Me pregunto hasta dónde puede llegar nuestro cuerpo físico cuando no está limitado por la mente o hasta dónde puede llegar para convertirse en la expresión material del potencial ilimitado que la conciencia tiene. Esa pregunta desvanece incluso la línea trazada entre lo que es natural y no lo es respecto al marco fisiológico de nuestro cuerpo, ya que éste no parece tener otras limitaciones que las que imponemos con nuestra mente, o nuestra concepción de lo que es posible.

Volviendo a las personas que no necesitan ingerir alimento, igual que ocurre con quienes abandonan la necesidad del orgasmo, dicen encontrarse en un estado de plenitud y satisfacción que no se puede comparar con cómo se sentían cuando ingerían alimento. El placer asociado a la comida, tan común a todo ser humano, pasa a parecer un estado molesto y pesado en comparación con el estado de bienestar superior que ahora dicen experimentar. Igualmente remarcan el hecho de que la comida era una manera de necesidad y dependencia de la que se han liberado. Lo que era percibido como ilusión por el disfrute, pasa a ser percibido como una inquietud, comparado con esa nueva plenitud serena y estable que no pasa por períodos de deseo que se enciende y apaga alternativamente. Es exactamente lo mismo que se describe en la sexualidad sagrada respecto al hecho de prescindir de la descarga orgásmica genital. Por lo tanto, no nos queda otra opción lógica que aceptar que por maravillosos que sean los estados orgásmicos mantenidos, orgasmos del valle o de todo el cuerpo, seguramente llegará un momento en que los abandonemos también. Seguramente algún día no quedará nada en la sexualidad que pueda despertarnos interés, o quizá sea más correcto decir que nuestra vivencia de ella se ha transformado en tal magnitud que dudosamente podría seguir considerándose como tal.

¿Ilusión o inquietud?

Ese cambio hacia considerar inquietud lo que considerábamos placer, ¿no os parece exactamente lo mismo que algo que siempre se nos ha transmitido desde la espiritualidad? Nos dicen que lo que ahora consideramos felicidad, pasa sentirse como un estado de tensión, en comparación con el estado de felicidad profunda que se conoce, cuando dejamos de depender de las preferencias del ego. Lo primero es condicional y efímero. Lo segundo es incondicional y estable. Lo primero corresponde al nivel dual y lo segundo al no dual. Está claro que toda forma de placer basada en el deseo, como el deseo del orgasmo, tiene inevitablemente un componente de carencia y por lo tanto un «agujero» que nos impide esa plenitud. Mientras hay deseo, hay ilusión, pero no tienes lo que deseas. Proyectamos ese placer en el futuro, y cuando llega la saciedad tienes lo que deseabas pero se va la ilusión y la posibilidad de seguir sintiendo placer. Diana Richardson nos dice en relación al orgasmo que:

Es un movimiento pendular incesante que nos impide reposar alguna vez satisfechos.

Pelota botando

Ese agujero que nos impide la plenitud es pasado por alto cuando estamos hipnotizados por ese deseo intenso y estamos explorando esas formas de gratificación. Sin embargo, el tiempo y la experiencia termina expandiendo naturalmente nuestra percepción. A medida que vamos abarcando simultáneamente los altos y los bajos en nuestra conciencia, el juego pierde sentido. Ya no vemos razón para precipitarnos tras algo que cada vez se siente más efímero e insustancial. Eso provoca que vaya disminuyendo la pasión que entregamos a ese deseo, y con ello, la inercia del movimiento pendular se va extinguiendo por sí misma. A veces supone un desencanto doloroso, otras no, pero en cualquier caso, cuando la inercia se va acercando a su extinción completa comenzamos a percibir la renuncia que antes nos habría resultado insoportable, como una inminente liberación. Eso acelera el proceso de abandonar la persecución de nuestros apegos. Entonces, por momentos, el éxtasis que llegamos a experimentar nos lleva a aferrarnos a él y a convertirlo en un nuevo objeto de apego que nos vuelve a atrapar en el movimiento pendular. En la sexualidad sagrada es fácil que eso ocurra, cuando tratamos de volver a reproducir los momentos de placer que hemos vivido, o tratamos de profundizar más en ellos. Nos ocurre cuando lo hacemos planificando y creando expectativas mentales, y volviendo a alejarnos del momento presente. Podemos dejar de buscar el orgasmo genital para pasar a perseguir el de todo el cuerpo, o el orgasmo del valle. ¿Es mejor lo segundo que lo primero? ¡Sin duda! Mucho mejor, y seguro podremos favorecer que emerjan experiencias mucho más satisfactorias, pero igualmente nos quedaremos en la superficie. Por suerte, la maravillosa «trampa» que nos salva de estancarnos a mitad de camino es que tarde o temprano nos daremos cuenta de que, en palabras de Diana Richardson:

Conseguir lo que necesitamos es el acto de comprender que no lo necesitamos realmente

Es el mismo proceso en todas partes. ¿Qué sucede con lo que llamamos «la ley de atracción»? Materializamos lo que proyectamos con nuestra mente cuando sentimos la satisfacción total de haberlo conseguido. Lo que ocurre a nivel físico siempre es reflejo de lo que ocurre en nuestro interior. Cuando conocemos esa ley, comenzamos a practicar tratando de materializar, porque pensamos que necesitamos lo externo para conseguir satisfacción. En ese proceso, nos encontramos con el hecho de que hasta que no experimentamos la satisfacción interior, no se materializa nada. Por lo tanto, cuando finalmente conseguimos materializar, significa que previamente hemos conseguido esa satisfacción interior sin causa externa. Entonces, el verdadero logro es haber comprendido que nunca habíamos necesitado lo exterior para conseguir el cambio en la experiencia interior. El verdadero logro es haber aprendido a generar nuestros propios estados emocionales a voluntad.  Tweet This! Esa abundancia material que disfrutamos a nuestro alrededor es el reflejo de nuestra abundancia interior. De la misma manera, la paz y el éxtasis de los orgasmos del valle, lo es de la paz que hemos podido alcanzar en nuestro interior. Entonces no se vive ya lo exterior y lo interior como algo separado. Se perciben y viven como la misma cosa, al igual que cuando te ves en el espejo y sabes que eres tú. Así vamos poco a poco perdiendo nuestra dependencia de lo exterior.

Una comprensión más profunda del deseo

La afirmación de que la plenitud se alcanza con el «cese del deseo» es una de las cuestiones que más nos cuesta comprender cuando comenzamos a adentrarnos en el camino espiritual. Las palabras «deseo» y «propósito» tienen connotaciones muy positivas para nosotros. Pero tenemos que entender que todos los términos surgen en un determinado marco conceptual correspondiente a un determinado nivel de conciencia. Cuando ese nivel de conciencia evoluciona, el marco conceptual se transforma totalmente. Todo se reorganiza de una manera alternativa y los conceptos asociados a un término ahora pueden resultar faltos de coherencia interna o resultar inseparables a otros aspectos que habíamos considerado contrarios cuando creamos el término. Por lo tanto, podemos encontrarnos con que una expresión construida con uno de esos términos puede tener implicaciones muy distintas a las que esperamos. Este es el caso con el «cese del deseo», porque el deseo no es lo que creíamos que era, y lo que identificábamos en él como satisfactorio no se pierde en ese cese. Sin embargo, sí lo hacen otros aspectos de insatisfacción que se nos habían pasado por alto.

Silueta extendiendo una mano en la oscuridadTodos sentimos que el deseo es la vía para alcanzar las experiencias satisfactorias a través de las que desplegamos y realizamos nuestra esencia. A demás, sentimos que ha sido lo que nos ha mantenido vivos hasta ahora, alejándonos de la apatía y dándole sentido a nuestra vida. Eso es porque no hemos conocido una satisfacción libre de la inquietud inherente al deseo. Pero sobre todo, una vez más, por nuestra percepción de nosotros mismos como separados de lo que consideramos mundo exterior. La clave para dar ese salto de comprensión es recordar que eso que llamamos mundo «exterior» es la manera en que experimentamos lo que creemos y sentimos ser en cada momento.

Un sentimiento de deseo implica que existe algo importante para nuestro bienestar de lo que carecemos, así que eso es lo que se materializa en nuestra vida: carencia. Un sentimiento de satisfacción implica tener todo lo necesario para nuestro bienestar, y eso es lo que se materializa en nuestra vida: abundancia. Por eso se nos dice que cuando renunciamos a todo, es cuando el universo nos lo trae todo a la mano.  Tweet This!

El sentimiento de que el deseo es la vía para alcanzar las experiencias positivas a través de las que nuestra identidad se despliega, tiene su justificación. Es así realmente, si a ese deseo le restamos el componente de necesidad o apego. Y eso es posible. La necesidad o apego se deriva de la creencia en la existencia de la carencia. Si somos conscientes de ser uno con todo lo que es, no hay nada de lo que podamos carecer. El hecho de recuperar esa consciencia no disuelve nuestra intención creadora. El flujo creativo continúa indefinidamente, al igual que lo hace el de un artista que se expresa a sí mismo a través de su obra, sabiendo que la fuente de su creatividad es inseparable de sí mismo y que no es dependiente de ninguna de sus creaciones. Ese tipo de deseo no implica que exista algo importante para nosotros de lo que carecemos. No buscamos alcanzar ningún objeto de deseo para cubrir carencia alguna, sino como expresión y celebración de nuestra plenitud. Sabemos que todos nuestros deseos existen porque existe su realización, en la eternidad. Dado que ambos, deseo y realización, existen más allá del tiempo lineal, ninguno es anterior al otro, sino que son las dos caras inseparables de la misma moneda. Por lo tanto, no tiene sentido siquiera hablar de una realización. No hay nada en juego, nada que alcanzar. Simplemente nos deleitamos a través de la experiencia de lo que ya existe. Por otro lado, ese flujo creativo, de hecho, puede ser mucho más rico y exuberante que el que hasta ahora hemos conocido, porque no tenemos miedo al fracaso ni concebimos limitación alguna para nuestro poder creativo.

La cuestión de si una vez alcanzado cierto nivel de consciencia, la manifestación material sí terminará perdiendo el sentido para nosotros, creo que se nos escapa. Probablemente, como suele ocurrir, el nivel de conciencia al que hace referencia trasciende la propia pregunta, llevándola a un espacio en el que sus términos hayan dejado de tener sentido y por lo tanto no pueda ser respondida.

Decidir cuál de los dos tipos de deseo designar con la palabra «deseo», es otra cuestión a parte. Yo la he estado utilizando para hacer referencia al deseo asociado al apego, porque es el que la gran mayoría de nosotros sentimos en el noventa y nueve por ciento de los casos, y porque habría resultado aún más confuso utilizar otra palabra en este texto hasta este momento. El inconveniente de hacerlo así es el riesgo de olvidar que la connotación del deseo como intención creadora desapegada existe. Eventualmente, para poder hablar con propiedad tendremos que redefinir todos los términos que usamos.

El camino de vuelta a casa

Silueta abrazando al universoConsidero que hay un punto de inflexión importante en nuestra comprensión. Ese punto corresponde al momento en que hemos interiorizado por fin que el universo no es un lugar hostil  Tweet This! en el que debemos esforzarnos por asegurar nuestros recursos y luchar contra los obstáculos que se interpongan en ello. Corresponde al momento en que comprendemos que el universo contiene la realización más profunda que es posible ser experimentada y que sólo está esperando a que le permitamos entregárnosla para poder experimentarla. Es el momento en que hemos comprendido que con cada persecución o apego que soltamos, la vida nos trae a nuestra mano un nivel superior de felicidad. A partir de entonces podremos ir más rápidos o más lentos en nuestro camino hacia nuevos niveles de plenitud interior, pero nunca volveremos a ir en la dirección contraria. Es como ir caminando a través de un bosque de vuelta a nuestro hogar. Podemos desorientarnos momentáneamente entre los árboles, pero un instante de vista de pájaro es suficiente para saber que nuestro hogar está ahí y en qué dirección. Ese conocimiento nos transforma para siempre. No tiene vuelta atrás. La incertidumbre no puede volver a atemorizarnos haciéndonos pensar que solo existe el bosque, o que el recuerdo de nuestro hogar solo es una fantasía o un capricho imposible y osado. Más allá de eso, lo que no sabemos es que en realidad ese paseo por el bosque se parece más al que hace un río llevado por la gravedad. Puede parecernos que no es así, pero nada que hagamos puede en realidad sacarnos de nuestro cauce. Como dice «Un Curso de Milagros»:

 

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