En todos estos casos se produce una rápida acumulación de energía sexual centrada en los genitales, que nos lleva a sentir un gran impulso de continuar hacia delante, y cuando lo hacemos, en un unos pocos minutos esa energía termina descargándose en un orgasmo. Tras esos breves segundos de placer, ese mágico hechizo que nos hacía desear apasionadamente a nuestra pareja, nos colmaba de ilusión y sentido, y agudizaba nuestros cinco sentidos ante toda experiencia de placer, desaparece repentinamente. Es como pulsar un interruptor. Inmediatamente después, desaparece el interés y esa orientación sensual hacia todo lo que nos rodea. Nos replegamos hacia dentro, en el mejor de los casos arrastrados a retirarnos del mundo en un sueño plácido, y en muchos otros invadidos por la apatía y la debilidad.

Es cierto que muchas mujeres que son multiorgásmicas desde el principio de su vida sexual no experimentan esa desconexión tan drástica tras sus orgasmos, sin embargo eso no significa que hayan comenzado si quiera a adentrarse en el inmenso potencial que esconde su sexualidad. Habitualmente pensamos que no hay gran cosa que se pueda saber sobre sexualidad. En la adolescencia comenzamos a explorar nuestros cuerpos, y una vez que conocemos las formas de estimulación que pueden aumentar más rápidamente nuestra excitación sexual y llevarnos al orgasmo, creemos que no queda mucho más por experimentar ni comprender. La gran noticia es que nos equivocamos, y que nunca es tarde para descubrirlo.