La polaridad es creación mental, no existe por sí misma
Nuestra mente no puede percibir la unidad porque no puede concebir todas las posibilidades simultáneamente. La mente solo puede percibir una u otra alternativamente, igual que en una de esas ilustraciones de figuras ambiguas, y en esa alternancia crea la ilusión del tiempo. La polaridad / dualidad es creada por la mente en el acto de escoger, en el momento de adquirir el discernimiento, o «la capacidad de diferenciar el bien y el mal» que nos sacó del paraíso del «Edén».
Como consecuencia de ese acto vivimos en un mundo dual/polar. La única manera de salir de él es atravesar esa polaridad aceptándola totalmente. Aceptando los dos polos, el cambio continuo, nos damos cuenta de que tras el uno está el otro y que son la misma cosa. En la culminación de un polo se encuentra el otro. Si quieres conseguir la máxima dureza has de ser flexible. Tratar de eliminar un polo permaneciendo solo en uno, nos lleva de rebote al polo que queremos eliminar en un vaivén entre los opuestos, porque los que parecen opuestos son lo mismo. Por ejemplo quien es inseguro se acobarda y retrae, y trata de corregirlo fomentando su agresividad e imposición. Si aceptamos los dos polos vivimos la expresión del Tao. El Tao está más allá del punto medio entre los opuestos, es la fusión en una sola cosa que se expresa armónicamente y sin esfuerzo. Entonces ya no hay ni retraimiento ni agresividad. Hay una actitud natural asertiva y pacífica hacia el otro. Es el wu wei, hacer no haciendo. No hay necesidad de elección ni propósito. La armonía del universo se expresa a través de nosotros sin necesidad de pensar en ello, dejando atrás nuestro pesado esfuerzo consciente por enderezarnos o encontrar ese supuesto punto medio. Eso que percibimos como «punto medio» y que perseguimos, es el cómo se percibe a través de la lente de nuestra mente lo que en budismo se llama «camino medio», pero que realmente no es un punto medio entre los opuestos. Es algo que está en otro plano, en el plano en el que no hay contradicción entre ellos. Por eso se escapa a la percepción de la mente. El Tao se expresa a nuestros ojos a veces como yin, a veces como yang, a veces en diferentes grados de uno y otro, pero siempre de la manera perfecta y armónica. Y no son cosas distintas, siempre es el Tao.
Ese camino medio escapa a la mente porque no está en una dirección ni en otra y no hay nada en el mundo material como comportamiento en sí, objetivo o dirección que pueda sacarnos de nuestra desarmonía y nuestra lucha.
El bienestar que realmente anhelamos no es un «qué» sino un «cómo»
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Es el hecho de vivir alineados completamente con el aquí y el ahora y eso solo ocurre cuando dejamos de alcanzar algo alejándonos de lo que no es ese algo. El momento y el lugar son solo circunstanciales. El «qué» es circunstancial pero es lo único que el ego puede percibir. Percibimos nuestra desarmonía y el ego trata de corregir buscando una posición más equilibrada. Nos dirige un poco más hacia un polo y luego hacia el otro alternativamente, buscando ese punto medio, pero no existe. Cualquier punto solo es medio o extremo dependiendo del marco conceptual a través del que lo definamos. Todos no son otra cosa que horizontes a perseguir que en sí mismos crean una y otra vez la misma escisión, la misma polaridad trasladada de lugar. Lo que considero «bueno» y «malo», lo que deseo y lo que no. Así que el ego continua moviéndonos de un lado a otro sin dejarnos salir del mismo plano, manteniendo inaccesible la armonía que está más allá de él, en todos los puntos y en ninguno, entre líneas, en el otro plano que no puede percibir. Alcanzar ese otro plano implica precisamente superar el apego que trata de alcanzar algo alejándose de lo que no es ese algo. La actitud dual siempre conlleva la negación de un polo, el discernimiento de la mente, la elección que supone la preferencia de algo sobre otra cosa, el origen de la dualidad. Para ver más allá es necesario parar la compulsión de la mente por escoger. Es necesario alcanzar la quietud mental, la ecuanimidad, para poder ver la unidad completa simultáneamente y percibir que los opuestos son lo mismo.
Desviaciones en el camino hacia la no dualidad
He observado dos maneras muy frecuentes en las que el ego nos desvía una vez en nuestro camino hacia la comprensión. Dos expresiones de su dificultad para integrar los aparentes contrarios y de su compulsión por escoger, haciéndonos rebotando de manera pendular entre una y otra. Dos trampas en las que a mi parecer todos caemos en algún momento en algún grado.
1 – Comprendiendo que debemos aceptar la polaridad quedamos atrapados en ella. Observando el juego de los opuestos y los ciclos de la naturaleza lo identificamos con lo divino, a veces fascinados por la belleza de la creación material, olvidamos que en realidad esa polaridad no es real y que lo real está más allá de ella. No percibimos que ambos polos son lo mismo y están dentro de nosotros. Eso puede pasar en una vía extática que no se comprende del todo y nos dejamos arrastrar sin desarrollar el observador consciente. Continúan escogiendo un polo frente al otro. En cuanto a la sexualidad sagrada, para mí se expresa en esa idea que mantienen algunas personas de que la polaridad debe ser alimentada en cada miembro de la pareja cuando están separados, para que al unirse puedan amplificar ese éxtasis y repetir el proceso una y otra vez, dependiendo eternamente el uno del otro. De esta manera se sienten alineados con la naturaleza y sus ciclos, pero olvidan el objetivo último de la práctica sexual que es alcanzar la integración interior. Entonces, como quien carga y descarga una pila repetidamente, pretenden andar y desandar una y otra vez lo que han avanzado. Solo se quedan así en la antesala del éxtasis al que quieren dirigirse.
2 – Comprendiendo que la polaridad es irreal y que los dos polos son lo mismo no aceptamos las expresiones polares en la experiencia. En ese caso parece que superamos la dualidad, pero solo estamos haciendo otra elección camuflada. Rechazamos los dos polos en vez de aceptarlos los dos. Si no aceptamos las expresiones polares en la experiencia eso denota que realmente no hemos alcanzado a percibir que son lo mismo. Puede pasar cuando ya hemos desarrollado la capacidad de percibir la unidad en cierto grado pero aun tenemos apego o rechazo a uno de los dos polos. Mientras hay preferencia es que aún no se percibe completamente que son lo mismo. También pasa por ejemplo en la vía espiritual ascética que trata de negar el cuerpo y ascender a lo «superior». Esa elección, paradójicamente es pura dualidad al percibir el cuerpo como separado del espíritu o la mente racional, según el enfoque de cada uno.
Cuando hayamos superado la ilusión de la polaridad, superando todos los obstáculos, volveremos al «Edén», pero con conciencia de haber conocido la polaridad. Pasaremos de la paz del alma infantil, inconsciente, que aún no ha conocido el conflicto, a la paz del alma madura y consciente que lo ha trascendido.
Dado que los dos polos son uno, solo pueden aceptarse simultáneamente
Como sabemos, nuestra sociedad está orientada al extremo yang de actividad, productividad, sobresalir sobre los demás, competitividad, etc… Perseguimos ese ideal pensando que podemos alcanzar la felicidad evitando todo lo opuesto, el reposo, la pasividad, la flexibilidad, la adaptabilidad, lo que consideramos perder o ceder frente a otros. Eso nos lleva a una hipocresía y contradicción interior, ya que todo lo que se acumula en un polo inevitablemente produce una acumulación latente de su opuesto en algún lugar.
El ego pretende excluir al otro de su realidad, barriendo hacia él el extremo de la polaridad que considera indeseable. Sin embargo, tratando de barrer hacia fuera, es igual que quien barre bajo la alfombra. Igualmente lo rechazado queda en casa, porque el ego no puede ver que no hay un otro hacia quien barrer, ni un fuera hacia donde desterrar lo que considera indeseable.
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En este ejemplo de nuestra sociedad se hace evidente en el hecho de que para que uno «gane» tiene que haber otro que «pierda». (Lo pongo entre comillas ya que la derrota y el triunfo solo son tales a los ojos el ego). Así que nuestro comportamiento es a la vez «bueno» y a la vez «malo». La sociedad es en sentido amplio, frente a cada uno de nosotros, «el otro». Observemos que para ser valorados socialmente, es decir, por el otro, hemos de «ganar», pero a la vez, al hacerlo, estaremos restándole valor a ese otro al colocarlo en la posición perdedora, y por lo tanto, perdiendo nuestro valor positivo hacia él.
De esta manera al perseguir ese sentimiento de valía interior, el amor y aceptación que anhelamos, encontramos la culpa y la frustración en cualquiera de las dos direcciones. Eso inevitablemente lleva al sufrimiento y para evadirlo solo nos movemos pendularmente entre ambos polos ya que no conocemos el plano superior de la integración. Vivimos una contradicción hipócrita. Se nos educa para sentirnos perdedores si no conseguimos esos objetivos de «superioridad» sobre los demás, pero a la vez abiertamente se reprime socialmente la violencia, la imposición y la agresividad. Hemos de ser el mejor en la empresa pero sonriendo amablemente a quien pisamos para ascender.
Esa hipocresía se refleja también en nuestra sexualidad. Hago alusión a un hecho que muchas veces comento porque me parece especialmente gráfico. En nuestra sociedad en la que sigue existiendo un trasfondo sexista, ridiculizamos lo que consideramos propio de la mujer. Muchos consideran que esto ya no es así. Sin embargo continuamos utilizando la expresión «que te follen» o «que te den por culo» como un insulto, considerando que quien penetra sexualmente a otra persona está aprovechándose de ella y humillándola. ¿Quién puede pensar que eso lleva a un hombre a aceptar su masculinidad cuando a la vez pretende expresarle a su mujer su amor por medio de la penetración? Cada palabra de desprecio a la mujer o al hombre homosexual es una palabra de condena y culpa hacia sí mismo. El hombre solo es hombre en la medida en que existe la mujer. Lo femenino es algo tan íntimo y propio para lo masculino como lo es la linea de contorno que dibuja toda figura para la propia figura. Con cada centímetro de la línea con que dibujamos el concepto de lo que rechazamos, dibujamos también el contorno de nuestra identidad.
Hay quien dice que es necesario aceptar primero la propia masculinidad o feminidad para más tarde integrar el opuesto. A mi parecer no es la manera más afinada como podríamos expresarlo, porque no es posible aceptar completamente un polo antes de aceptar el otro. Hasta no haber aceptado el polo opuesto seguiremos siempre en conflicto implícito con el polo de partida. La mente dual es inseparable del conflicto interno. No puede hacer las paces primero con un polo y luego con el otro, ya que el mero hecho de escoger crea los polos y el propio conflicto. Así que si escogemos un polo de partida, yo lo expresaría diciendo que sirve más bien como un ángulo de enfoque para la mente, enfoque para un proceso que en realidad ocurre simultáneamente en ambas direcciones.
Alinearnos completamente con un polo implica aceptar también completamente el otro, ya que es la otra cara de la moneda. La cuestión es que una vez que lo hacemos comprendemos que no hay nada que escoger porque la moneda es solo una.
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Este proceso lo vivimos en todos los parámetros que definen nuestra personalidad, todos los ámbitos en los que escogemos una opción frente a otra con la que nos identificamos. Por ejemplo, el proceso de desarrollar nuestra generosidad es el mismo proceso de aprender a recibir. El mismo proceso por el que aprendemos a ser perseverantes es el mismo proceso por el que aprendemos a ser flexibles ante los imprevistos. El mismo proceso por el que aprendemos a amar a los demás es el proceso por el que aprendemos a amarnos a nosotros mismos. Somos nosotros quienes creemos estar tratando de alcanzar solo uno de los dos polos, pero como los dos polos son una misma cosa, solo hay un lugar a donde ir, hacia el Tao.